Una introducción a la vida No Fascista
- Javier Gatti
- 6 ene 2019
- 7 Min. de lectura
Michel Fouccault
El cocoliche autoritario y neoliberal de CAMBIEMOS y la emergencia del "fenómeno" Bolsonaro, la validación por el voto popular de dos experiencias (¿fascistas o con rasgos fascistas?) calcadas en su alineamiento incondicional con los EEUU, la exclusión económica y social de grandes mayorías y el uso de la fuerza policial y hasta militar para reprimir a los que resisten esos modelos, ha generado ríos de tinta en estos días, incluso contradictorios entre sí. Aportamos una lectura realmente de verano, fresca y profunda. El prólogo de un libro que ha sido citado y recomendado en este blog y que debiera agitar las neuronas de quien no lo haya "enfrentado" aún en el próximo invierno.

Este texto ha sido escrito por Michel Foucault como prólogo a la edición estadounidense de El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, de Gilles Deleuze y Félix Gauttari, fue publicado en Magazine Littéraire, París, en setiembre de 1988 (Traducción del francés de Esther Díaz).
Entre los años 1945-1965 -me refiero a Europa-, había cierta manera correcta de pensar, cierto estilo de discurso político, cierta ética de lo intelectual. Era necesario tutearse con Marx, no dejar vagabundear los sueños demasiado lejos de Freud y tratar los sistemas de signos –el significante- con el mayor respeto. Tales eran las tres condiciones que hacían aceptable esta singular ocupación de escribir y de enunciar una parte de la verdad sobre sí mismo y sobre la época.
Luego vinieron cinco años breves, apasionados, cinco años de júbilo y de enigma. En las puertas de nuestro mundo, Vietnam, evidentemente, y el primer gran golpe asestado a los poderes constituidos. Pero ¿qué pasaba exactamente aquí, en el interior de nuestros muros? ¿Una amalgama de política revolucionaria y antirrepresiva? ¿Una guerra librada en dos frentes –la explotación social y la represión psíquica–? ¿Un ascenso de la libido modulada por el conflicto de clases? Puede ser. Sea lo que fuere, es por medio de esta interpretación familiar y dualista que se ha pretendido explicar los acontecimientos de esos años. El sueño que, entre la Primera Guerra Mundial y el advenimiento del fascismo, había encantado a la fracciones más utopistas de Europa –la Alemania de Wilhem Reich y la Francia de los surrealistas–, había vuelto para iluminar la realidad misma: Marx y Freud esclarecidos por la misma incandescencia.
¿Pero realmente ha pasado esto?, ¿se trata realmente de una recuperación del proyecto utópico de la década de 1930, esta vez en la escala de la práctica histórica? ¿O hubo, por el contrario, un movimiento hacia luchas políticas que no se constituyen más según el modelo descripto por la tradición marxista?, ¿un movimiento hacia una experiencia y una tecnología del deseo que no es más la freudiana? Se han enarbolado, ciertamente, viejos estandartes, pero el combate se ha desplazado y ha ganado nuevos terrenos.
El Anti-Edipo (Deleuze y Guattari) muestra, ante todo, la extensión del terreno cubierto. Pero hace mucho más que eso. No se agota en la denigración de los viejos ídolos, aunque se divierte mucho con Freud. Este libro, fundamentalmente, nos incita a ir más lejos.
Sería un error leer El Anti-Edipo como la nueva referencia teórica (esa famosa teoría que se nos anunció con tanta frecuencia: que englobaría todo, que sería absolutamente totalizante, aquella –se nos aseguraba– de la que “tenemos tanta necesidad” en esta época de dispersión y de especialización, en la que “la esperanza” ha desaparecido). No es preciso buscar una “filosofía” en esta extraordinaria profusión de nociones nuevas y de conceptos-sorpresas: El Anti-Edipo no es un Hegel relumbrante. La mejor manera, creo, de leer El Anti-Edipo es abordarlo como un “arte” en el sentido, por ejemplo, que se habla de un “arte erótico”. Apoyándose en las nociones aparentemente abstractas de multiplicidad, de flujos 1, de dispositivos y de ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la “máquina” capitalista ofrece respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan más por el cómo que por el por qué de las cosas. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de la política e intensificarse en el proceso del derrumbe del orden establecido? Ars erotica, ars theoretica, ars politica.
De ahí surgen los tres adversarios que no tienen la misma fuerza, que representan distintos grados de amenaza, y que el libro combate por diferentes medios.
1. Los ascetas políticos, los militantes tristes, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad.
2. Los lamentables técnicos del deseo –los psicoanalistas y los semiólogos– que registran cada signo y cada síntoma, y que quisieran reducir la múltiple organización del deseo a la ley binaria de la estructura y de la falta.
3. Finalmente, el mayor enemigo, el adversario estratégico (mientras que la oposición de El Anti-Edipo a sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y Mussolini –que supo movilizar y utilizar muy bien el deseo de las masas- sino también el fascismo que reside en cada uno de nosotros, que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan.
Diría que El Anti-Edipo (que me perdonen sus autores) es un libro de ética, el primer libro de ética que se haya escrito en Francia desde hace mucho tiempo (tal vez sea ésta la razón de que su éxito no se limite a un “lectorado” particular: ser anti-Edipo se ha vuelto un estilo de vida, un modo de pensar y de vivir). ¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo desembarazar del fascismo nuestro discurso y nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo hacer salir de su refugio al fascismo que se incrustó en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne que se había alojado en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, por su parte, acechan las huellas ínfimas del fascismo en el cuerpo. Rindiendo un modesto homenaje a San Francisco de Sales 2, se podría decir que El Anti-Edipo es una introducción a la vida no fascista.

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