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Foto del escritorJavier Gatti

The Wall

Como en el 55, más allá de los errores propios el peronismo transformador y pretendidamente de izquierda paga el precio de angostar la base de sustentación de su proyecto político y de no poder ir más allá de un modelo que deja intactos en su poder de fuego concentrado a los enemigos acérrimos.

El capitalismo es capaz de compatibilizar apropiación creciente o sostenida de riquezas con gobernabilidad y democracia cuando los precios de las materias primas suben en el mercado mundial permitiendo a gobiernos incluir y repartir sin transformar la matriz productiva y de acumulación de capitales ni afectar en profundidad a los actores más poderosos del sistema. Esto permite administrar las tensiones de la lucha de clases, incluso cuando esas clases no luchan y el Estado es el que pugna con ambas modulando el movimiento exclusión/inclusión, pero no discursivamente sino de verdad.


Esto ha sido el kirchnerismo como la variante progresista y transformadora del peronismo, como el movimiento político que todos los 24 de marzo reivindica a sus muertos, glorifica su heroísmo y ejemplo, pero -a su modo- los compagina para el Billiken extirpándoles dos de las razones fundamentales por las que vivieron y muchos fueron asesinados: por animarse a discutir las 20 verdades de su líder, por proponerle compartir el poder en función del sacrificio hecho para traerlo de vuelta y sobre todo, por animarse a pensar un peronismo que no se estrolase contra la pared del estado de bienestar capitalista que te deja repartir riquezas por un rato y hasta cierto punto, por cometer el desatino de luchar por la patria socialista. Ese engendro que detestaron Vandor, Rucci, Lorenzo Miguel, Luder, Bittel, Herminio, Menem, Cafiero, Duhalde, De la Sota, Moyano (padre e hijo), Massa, Lavagna y todos los demás también.


Bajo otras condiciones, todo cruje y uno puede -antes del 11 de diciembre- jugar a que si es amarillo, tiene pico chato, alas emplumadas, membranas interdigitales y hace cuac! Puede ser un cisne, una subespecie de los camélidos o una jirafa nunca vista, pero dudosamente un pato. Por el momento la validación popular (aunque se trate sólo de la mitad más 630.000 votos) de un programa neoliberal clásico, repetido y honestamente declamado, hace viable una situación que ya hemos descripto y se explica por varias razones: te dicen que te van a perjudicar pero no importa porque el hartazgo a Cristina es superior a cualquier amenaza y es un cambio; luego de muestran un gabinete en donde los dueños del país confirman que te van a jorobar y que como dato de color (y acompañando ínfulas devaluatorias) van a emitir un billete de 500 pesos homenajeando a Arturo Frondizi, el primer traidor del peronismo (al lado del cual Cobos es un vendedor de praliné) y cómplice de la represión salvaje bajo la forma del CONINTES, el que tuvo el último proyecto de país nominado con la palabra fetiche de campaña, desarrollismo, pero sin peronistas.


Admitamos que nos enamoramos de las cosas más diversas, que la experiencia no siempre sedimenta lo suficiente y que el pasado puede volver, que podemos desaprender, que los seres humanos somos el más libre y a la vez el único animal que puede tropezar cientos de veces con la misma piedra, que no hay nada más humano que la contradicción, que elegimos tales o cuales para escaparnos de otros y otras tales o cuales, que la soledad es casi siempre el mal mayor y que -aún como dice el tango, sin poder querer como ayer, querer sin presentir- uno debe apostar o creer con cierta ingenuidad, casi como la primera vez. Digamos que todo esto tan cierto como que -en ocasiones- para dar un paso adelante hay que dar dos para atrás y uno al costado, pero eso era Daniel Scioli. Quienes hacen este programa califican como especímenes humanos en casi toda línea y podríamos jugar a adivinar qué piensan hacer realmente Dujovne, Bullrich, Frigerio, Sturzenegger, Carrió, Triaca o Lombardi. Entendemos que una cosa es prometer o amenazar y otra es realizar. Que casi todos -sin importar cuánto sepan de la materia- están revoleando cotizaciones de dólar, porcentajes de devaluación y hasta nombres tentativos para el Centro Cultural Kirchner.


Pero no encontramos razones para confiar en que la derecha ha aprendido lo suficiente. En principio aprendieron lo suficiente como para ganar elecciones libres sin travestirse de peronismo o radicalismo (sino presentándose como derecha pura y con un programa de derecha). Pero no está claro si además comprenden que si no ajustan salvajemente dos años consecutivos, si no hacen la gran De la Rúa, bien podrían quedarse no cuatro sino ocho años en el poder. No estamos seguros de que se hayan dado cuenta de que las tres T de Francisco son en realidad un programa conservador que las derechas inteligentes del mundo han incorporado a sus programas de gestión bajo el motiv de la explotación capitalista sustentable. Podría pasar que hayan mutado intelectual e incluso genéticamente, que hayan complejizado para mejor su ADN, pero es complejo de pronosticar y se parece mucho al autoengaño o el sadomasoquismo, tan humanos también por otra parte. Lo que se avecina pinta peor que mejor a menos que podamos dudar de todo (menos de Dios como Descartes) y desconfiar de nuestras percepciones sensibles (ojo, vista, olfato, tacto, gusto e incluso del diccionario) para poner en duda que el pato sea un pato o que crezca y evolucione -como en el cuento para grandes que le contamos a nuestros hijos- en un bello y esbelto cisne.


La oposición se enoja con el proceso político que culmina en pocos días por haberse animado a tanto, con tan malos modales y pretendiendo refundar la patria y el peronismo. Nosotros nos enojamos con ese mismo proceso, con nosotros mismos, por no habernos animado a más, con bueno o malos modales y refundando patria y peronismo más desde el discurso que desde las transformaciones concretas. Por hacer uso de la memoria para recordar compañeros y martitologios, víctimas y culpables, pero casi nunca la propuesta económica y política por la que entregaron o les sustrajeron la vida. Como en el 55, más allá de los errores propios el peronismo transformador y pretendidamente de izquierda paga el precio de angostar la base de sustentación de su proyecto político y de no poder ir más allá de un modelo que deja intactos en su poder de fuego concentrado a los enemigos acérrimos -no de un gobierno comunista o marxista leninista- sino de algo que con mucho menos los obliga a resignar una porción de lo mucho que ganan, incluso con esos gobiernos. Que les llena de negros las plazas, las playas, los bancos y los shoppings, que les da casa, trabajo y jubilaciones. Y entonces los que tienen todo votan -no para tener más, aunque mucho nunca es suficiente- sino para que todos esos arribistas y consumidores sin gusto para combinar la ropa, no tengan lo que no merecen, lo que está reservado para gente distinguida y diferente.


Estas coyunturas no se explican solamente por las posiciones dominantes de mercado económicas y comunicacionales de los enemigos del proyecto, o la voluntad tardía (si es que la hubo) de construir un candidato del riñón más puramente kirchnerista y con volumen electoral o las malas decisiones de los (por lo menos) dos comandos de campaña. Pero hay buenas noticias, está muy claro de qué lado está la militancia, la juvenil y de la otra, la que con la organización que pudo darse entre la primera y segunda vuelta, intentó reparar las mezquindades y guerrillas internas de las distintas orgas del FPV . Dieron una lección de mística renovada, de energías utópicas, esa que es incapaz de generar al derecha argentina, que tiene candidato y frente con votos, pero el mismo programa fantasmagórico de siempre.


Se acortan drásticamente los tiempos de reagruparse dejando para otro momento contradicciones secundarias. La imagen de la última sesión de la Cámara de Diputados de la Nación, con un quórum trabajosamente logrado por el FPV y los distintos partidos de izquierda para intentar frenar los tarifazos -a pesar de algunos reproches mutuos- puede ser inspiradora. La consolidación de un Frente que resista el desmonte de conquistas sociales o poner la política el servicio de las corporaciones por parte del Frente Cambiemos, pero que sea capaz de construir una agenda de coincidencias programáticas elementales (¿un programa sería demasiado pedir?) y que coordine acciones territoriales sin mezquidades es lo mejor que podría pasarle al campo popular.


Todo sirve, los que creen en Dios y los que no, los que quieren la patria socialista o la peronista, los que piensan bien en las universidades y los que laburan bien en los territorios, los que tienen más cuadros que soldados y los que amontonan más soldados que cuadros, los que esperan que 678 se emita por Canal 7 o CN23 y los que esperan algo distinto y mejor de los productos comunicacionales nac&pop, todos y todas. Con alegría, con creatividad y asumiendo que las jefaturas son necesarias pero también se equivocan, mucho más que el pueblo cuando elige otra cosa.


Esto se parece a los 90 pero no es lo mismo (¿no lo es?), una segunda vuelta de CAMBIEMOS no es la segunda de Menem ni sus potenciales consecuencias, ni para ellos ni para nosotros.

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