Walter Benjamin, atento a los fracasos que jalonan el derrotero de las izquierdas y perseguido a muerte por el nazismo, sostuvo que detrás de cada fascismo hay una revolución fallida. Una poderosa frase del principios del SXX que se proyecta sobre principios del XXI, lejos de ninguna revolución pero casi sin pérdida de sentido. Aquí y ahora, detrás de Milei: están Elsztain o el fracaso del FDT?
Algunas atajadas preliminares. Todo título llega a encabezar notas chorreando lodo y sangre, descartando para simplificar y golpear de entrada, sobre todo si polariza entre dos términos parafraseando la fórmula incluida en el Facundo (porque en éste país hubo literatos que hacían periodismo y periodistas con ínfulas literarias). Populismo y Barbarie son dos calificaciones opinables para las dos expresiones políticas con más chances electorales reales; descartamos dos opciones histórica y recientemente derrotadas: la angosta pasarela del medio en la que persisten partidos electoralmente irrelevantes, que alucinan un hartazgo de mayorías que no existe realmente y terminan regateando el alquiler de sus PyMes de 1 dígito con los frentes aludidos en el título. También a las izquierdas que -unidas o separadas- respetamos y admiramos en términos filosóficos, pero de persistente torpeza en términos políticos y que en un escenario repleto de opciones capitalistas se manifiestan incapaces de sumar nada que no sea igual a ellas, al grito de "todos los capitalismos son iguales", sin poder ni querer salir de la "teoría de los dos demonios burgueses".
El copete no es mejor. Porque Daniel Santoro (el bueno) tiene razón cuando dice que "la política no tiene tiempo para los intelectuales y las ideas", el periodismo tampoco. Entonces toqueteamos a un marxista mesiánico y brillante como Benjamin para sobreimprimir, para transpolar una frase de un siglo a otro suponiendo que el acierto/ocurrencia es superior a la rigurosidad, porque la socialdemocracia de la República de Weimar no puede asimilarse doctrinal ni pragmáticamente al Frente de Todes; porque esta versión desarrollista con inclusión social y derrame por goteo, aunque fallida no pretende revolución alguna (por deficiencias en la construcción de poder popular y porque con menos debería alcanzar) y finalmente porque Javier Milei puede ser muchas cosas menos un fascista. La tara biologicista ("somos estéticamente superiores") lo torna racista pero sus financistas son millonarios destacados de la comunidad judía y armenia; su desprecio por la planificación estatal centralizada, por el nacionalismo en cualquiera de sus variantes y su decisión por articular con un sector de la representación política tradicional en vez de combatirla a través de una "guerra total" (cultural, política e incluso policial o militar), le impiden solicitar las credenciales de heredero posmoderno de Mussolini o Franco, dos fascistas de original y pura cepa.
Hechos éstos ajustes, concentrémonos un momento no en "qué es" Milei y el pelotero de cultores que conforman el Partido Libertario, sino en "cómo funciona" y finalmente "a quién le resulta mas útil" o lo que es mejor: "a quiénes representa", que no son los millones que hoy lo votarían porque expresa su hartazgo con las representaciones tradicionales o lo ven como el centro de su horizonte aspiracional.
De afuera hacia adentro: del golpe al entrismo
La primer gran revolución geopolítica de la historia moderna, un cambio de paradigma colonial sin dudas, aconteció a principios del SXIX, luego de las dos fallidas y humillantes invasiones inglesas. En medio de una abultada correspondencia entre autoridades políticas, nobles y hombres de negocios, el titular del Foreing Office George Canning (el mismo servicio diplomático que más de 200 años after desmintió públicamente al mitómano de Mauricio Macri) le confió a Lord Boringdon:
"Esta expedición ha concluido y, si no fuera por las pérdidas que ha causado, le diría que, a mi juicio, es mejor así…¡Pero por favor, no comente mi opinión a nadie! (...) Lo que debemos hacer es favorecer al emancipación de éstas colonias, por lo cual no debemos presentarnos como guerreros sino auxiliares y protectores, como mercaderes".
Esto es deponer armas y "hacerle entrismo" al foco revolucionario inspirado más en el jacobinismo francés que en las Juntas Populares españolas que combatían el absolutismo desde hacía años. Un movimiento que el conservadurismo cipayo, las elites civiles argentinas genocidas y parapetadas detrás de dictaduras y el neoliberalismo arrasador post 89 aprendieron después de fusilar, torturar, exiliar, enterrar y arrojar narcotizados al agua a cientos de miles de argentinos que les disputaban el formato de la Patria...bah, la apropiación abusiva de la riqueza. Basta de gases, palos y balas, de diseñar imperfectas maneras para deshacerse de cuerpos que resisten casi tanto como los sobrevivientes, porque nunca se deshacen del todo, flotan, atestiguan.
Parafraseando a Canning: "no tenemos que derrocar, suspender la democracia formal y salpicarnos con sangre sino presentarnos a elecciones libres o condicionadas pero de modos imperceptibles, incluso hacernos (los) peronistas o asociarnos a él, hacerles el famoso entrismo que fallaran las agrupaciones juveniles setentistas y el sindicalismo revolucionario que luego tuvimos que arrasar".
Y lo hicieron con formidable éxito hasta la emergencia sorpresiva del kirchnerismo, sin el cual el peronismo hoy sería un panteón célebre coronado con flores de plástico, una manada de vivos ideológicamente muertos, cínicos y deambulantes, pertrechados detrás de un sello de goma. Luego el desafío planteado por Hernán Brienza: ¿qué hacer con el peronismo después del kirchnerismo? y su formulación alternativa: ¿que hacer con el kirchnerismo como movimiento después del kirchnerismo como gobierno? Pero ésa es otra nota, no nos alejemos tanto de Milei, el diputado que puede ser presidente, vicepresidente, ministro, embajador, panelista flamígero y puteador, pero un operador por encargo siempre; cerca no para abrazarlo ni votarlo, sino para auscultarlo como corresponde.
Milei pasó de tirarle piedras desde afuera a "la casta", de impugnarla en bloque a hacerle entrismo, de despreciar el fracaso macrista y tildar al expresidente de "bruto" y "mentiroso" a soñar con darle una interna a Mauricio y acompañarlo si le toca perder. Milei es como un Aleph, pero en la representación borgeana de la primer letra del alfabeto griego, no inventa, no crea, no funda sino que codensa en un solo tipo lo más agresivo, retrógrado y egoísta de las últimas 3 décadas del neoliberalismo. Es una reducción sin pérdida ni novedad de un pensamiento hegemónico de escala planetaria. Pero con una impronta inédita y sorprendente potencia electoral. El devastador "éxito" de Cambiemos, industricida y endeudador y el fracaso provisorio del peronismo embolsado en el FDT parecieran -forzando a Benjamin- explicar el crecimiento de Milei y sus followers, del partido ultraderechista financiado por el mismo establishment decepcionado por la torpeza de Macri y que sigue teniendo como candidato favorito a Horacio Rodríguez Larreta Leloir, aunque la colectora que se ubicaba entre la derecha y a pared ya mida dos dígitos, de los grandes.
Lo más serio que tiene Javier Milei (sin despreciar su licenciatura, dos posgrados y un par de fotos como arquero de Chacarita) son sus financistas. Y aquí tampoco hay novedades, porque si cruzamos la lista de aportantes del Partido Libertario con el de Juntos por el Cambio, es prácticamente alcoyana/alcoyana. La Fundación Atlas Network (que sostiene la argamasa de la macrista PENSAR), la Fundación Libertad, los Bancos Santander, Río, BBVA, HSBC e ICBC, los fondos predatorios Templeton y BlackRock (que tiene participación en Telefónica Argentina y Pampa Energía), Eurnekián, Vila & Manzano, Elzstain, Bulgheroni y Roemmers. Decir que recibe fondos del Departamento de Estado EEUU parece mucho, así que no lo diremos.
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