Una cosa potencia la otra y están estrechamente relacionadas: la mala política de comunicaciones de Omar Perotti con el blindaje del que gozan el Frente Progresista Cívico y Social y el peronismo ensobrable como expresión política de los intereses del etablishment santafesino: los latifundistas sojeros, empresas agroindustriales asociadas, grupos mediáticos de Rosario y Santa Fe, la Bolsa de Comercio, los narcos y los negocios a través de los cuales todos ellos lavan dinero negro: casinos, inmobiliarias, concesionarias de autos, empresas de turismo y financieras articuladas con circuitos offshore. El problema no son los modales de Saín, es la decisión gubernamental de no transar con mafias.
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¿Es el peronismo un problema para el círculo rojo en Santa Fe? Depende, derrotado por justas y sólidas causas en 2007, un sector muy importante y vinculado al reutemanismo y el obeidismo que lo heredó se dedicó a forjar una identidad novedosa: capaz de negociar territorio y apoyos parlamentarios a cambio de prebendas en efectivo y especies (memorable es la FAPNELCO que administraba el vicegobernador Jorge Henn para comprar voluntades de caudillos peronistas en venta o alquiler). Un identidad peronista que decepcionaría al Chueco Mazzón –santafesino y versátil armador histórico del PJ- porque carecía de voluntad de poder y proyecto para ejercerlo, un peronismo sin ambiciones de conducir nada, que repelía al kirchnerismo restándole apoyo en las generales ejecutivas pero no tenía problemas en ser conducidos por Binner, Bonfatti o Lifschitz por el precio adecuado.
Joaquín Gramajo, Ricardo Kaufmann, José Baucero y Armando Traferri, entre los más destacados y perennes, siempre supieron que lo importante es preservar el territorio y los privilegios. Calcada actitud del peronismo amigable e inescrupuloso que rechazaba a Cristina por soberbia y autoritaria, pero no tenían problemas de ser conducidos por Macri.
Así fue que el Frente Progresista Cívico y Social casi no tuvo problemas para gobernar sin sobresaltos y retener la provincia durante 12 años, con el peronismo partido en dos o tres y sólo asediados por el experimento Del Sel, que se llevó un puñado de dirigentes sindicatos y votos también peronistas que no sólo pensaban como Macri sino que creían que CAMBIEMOS era el mejor modo de “cortar al socialismo”. Hasta que Cristina limpió una interna inconcebible de cinco candidatos, luego de una interna apacible todos se encolumnaron detrás de Omar Perotti y se ganó sopresivamente.
No es por Saín, van por Omar Perotti
En el mismísimo discurso de asunción, flanqueado por Miguel Lifschitz y con el fracaso sonoro de una mesa de coordinación y traspaso que el Frente Progresista (FP) biocoteó de todas las formas posibles, con un presupuesto diseñado por el gobierno derrotado y con el apoyo parlamentario de senadores y diputados peronistas que respondieron hasta último momento al mecenazgo, Omar Perotti dijo dos frases resonantes que implicaban –sin pandemia a la vista- los mayores desafíos de su gestión: que los gobiernos socialistas habían hecho un “pacto de gobernabilidad directo e indirecto con el delito” que se terminaba con su gestión al frente del peronismo unificado y que la política sería la que conduzca fuerzas policiales que tenían “severas deficiencias institucionales en el cumplimiento de la prevención delictiva e investigación criminal”. Horas más tarde y con la oposición ofendida por semejantes aseveraciones le tomaba juramento a Marcelo Saín como Ministro de Seguridad. Una persona con la formación, trayectoria y carácter adecuados para bancar semejante arranque, que ya venía trabajando con Perotti éstos temas y que con el tiempo –y aún hoy, fuera del gabinete- se convertiría en hombre de consulta permanente y a teléfono abierto del gobernador, el que sugirió a su sucesor Jorge Lagna y que no fue renunciado sino que presentó su renuncia para no cargar el peso de haber deteriorado el gobierno del que fue parte ni mucho menos ser responsable de algún traspié electoral, factura por su alto perfil confrontativo y haber nombrado lo que nadie nombra, al etablishment rosarino y santafesino que no sólo administra negocios legales e ilegales, sino que pretende convertir a Omar Perotti en un mero gestor de sus planes de inversiones. Durante la reunión donde se diseñaba la continuidad del plan de seguridad diseñado por Saín, Omar Perotti le recriminó afectuosamente “me dejás justo en este momento”.
Pero Saín tenía otros planes, reasumir como Director del Organismo de Investigaciones del Ministerio Público de la Acusación, que ganara por concurso en 2018. Lo que merece una breve historia, la historia de un atropello en el que ex funcionarios del FP y fiscales del MPA dejan los dedos marcados en documentos y declaraciones públicas con tal de seguir alimentando el mito de “ni un caso de corrupción” en 12 años de un mal gobierno.
La década progresista en que gobernaron el socialismo, el radicalismo, el ARI y otros partidos menores, puede caracterizarse por los Centros Culturales, los Hospitales y Centros de Salud a medio equipar y terminar, algunos aciertos en las políticas educativas, un gorilismo básicamente enfocado en las figuras de Cristina, Agustín Rossi (queda la nota de color de Bonfatti candidato a gobernador acusando en la interna a Giustiniani de gorila) y todo peronista que no se pueda comprar o alquilar y el copamiento del Poder Judicial y los organismos creados durante el último año de mandato del extinto Jorge Obeid (el Ministerio Público de la Acusación y el Servicio Público de la Defensa Penal).
Es muy larga la lista de funcionarios políticos de Binner, Bonfatti y Lifschitz que se reconvirtieron –en concursos amañados muchas veces- en jueces, camaristas, fiscales o defensores. Particularmente después de junio de 2019, cuando el desopilante calendario electoral provincial les dio seis meses para acomodar papeles, nombramientos y tomar decisiones que condicionaron al gobierno entrante; como prorrogar la explotación de las terminales portuarias de Rosario por 25 años más y 13 años antes de su vencimiento, a la administradora portuaria TPR controlada por el Grupo Vicentín (a quien ya le subsidiaba los vuelos low cost de sus ejecutivos) o reprivatizar el Banco de Santa Fe a favor del Grupo Eskenazy por cinco años con opción a diez y a cinco días de dejar el poder. Esto no define a los socialistas más locos del mundo, sino a los favores que el FP le hizo a dos de sus aportantes de campaña, en el caso de Vicentín SAIC, cómplices civiles de la última dictadura militar y que defraudó a la banca estatal en 500 millones de dólares y por 120 millones a más de 70 acopiadores, cooperativas y operadores de bolsa.
195 empleados y funcionarios del Poder Ejecutivo fueron trasladados al MPA, el lugar donde la policía judicial asiste a fiscales que deben investigar delitos complejos, entre ellos candidatos del socialismo en elecciones provinciales y municipales, la hija de la actual esposa de Lifschitz, el yerno de la ex intendenta de Rosario Mónica Fein (hoy presidenta del PS en la provincia), la hermana de Victoria Tejeda (compañera de fórmula de Bonfatti en 2019), el hijo de Mario Barletta (ex socio del estudio que defendió al comisario narco Hugo Tognoli) y al actual fiscal general de Rosario Jorge Baclini (ex funcionario de Binner).
Y es precisamente Baclini uno de los encargados de impedirle asumir a Saín como Director del MPA, por cuenta de los diputados del FAP que impulsan un pedido de juicio político por su desempeño como Ministro (cuando ya no lo es y por motivos absurdos y no judiciables como el hacinamiento de presos en las cárceles o una presunta licitación manipulada para comprar armas que fue suspendida por el propio gobierno). Sumando acusaciones como en un brainstorming para armar la tapa de un diario, aparecieron "actitudes agresivas hacia legisladores y funcionarios judiciales", "ataques a la libertad de prensa" (El Litoral como Clarín extorsiona y opera por pauta sin chequear y se defiende con la libertad de prensa) y el más notable de todos los motivos: "por su militancia político partidaria", como si los funcionarios nombrados por el FAP no hubiesen sido parte de la gestión u ocultaran su filiación radical o socialista.
Como Baclini no encontró motivos razonables ni a derecho para bloquear la asunción -y mientras los diputados del FAP le pedían a los fiscales regionales del MPA que busquen cualquier cosa que pudiera salpicar al ex Ministro, recurrieron a otro que les debe el cargo, el fiscal regional por Santa Fe Carlos Arietti para que formule una denuncia penal por decisiones tomadas –otra vez- cuando fue Ministro.
Desestimado su valioso aporte para evitar que Saín sea quien investigue lo que Perotti denominó una tolerancia cómplice de los gobiernos anteriores con organizaciones delictivas (vinculadas al juego clandestino y el narcotráfico), Arietti recurrió a la Junta de Fiscales del MPA, que conmina desperadamente a los 150 fiscales provinciales a restar toda colaboración con Marcelo Saín y quitarle al Órgano de Investigaciones toda la documentación disponible sobre causas judiciales críticas para el socialismo y el radicalismo.
Aclaremos un punto: en esta nota no se defiende irracional ni interesadamente la gestión de Marcelo Saín, de primera mano hablamos con el ex Ministro y admite las objeciones sobre un perfil excesivamente confrontativo, que obliga a resultados inmediatos, que abroquela al etablishment que lo detesta, que lo obliga a Perotti y su operador de mayor confianza -Roberto Mirabella- a tejer políticamente lo que Saín desteje, sin desautorizarlo pero recomponiendo relaciones de fuerzas para no quedar haciendo política en el vacío.
Pero se desentiende de la superficialidad de las formas, de los audios filtrados por Sarnaglia, incluso de números que no explican por sí solos la escalada de violencia en los grandes centros urbanos de Santa Fe y se concentra en una persecución floja de papeles, violatoria de toda lógica y ley, a plena luz del día y sin cobertura de prensa hegemónica en la provincia de Santa Fe (mucho menos en la porteñocéntrica agenda periodística nacional). La errática política de comunicaciones del Frente de Todos pautaba, a fines de 2020, casi 60 millones de pesos en los Grupos La Capital de Rosario y El Litoral de Santa Fe, que por formar parte de un poder trascendente, por gorilismo histórico y por participar de negocios asediados por Saín, maltrataron al gobierno de Omar Perotti en plena pandemia y se arrojaron sobre el ex Ministro de Seguridad para desgastarlo. Tal como sucede a nivel nacional, el Frente de Todos paga las balas de la metralla conque los grupos mediáticos y empresariales pretenden disciplinarlo y le recuerdan que son el poder que permanece mientras ellos pasan.
Por convicciones fundadas en algún dato, por la sensación de que señalarlos no conduce a ninguna parte ni te facilita el trabajo o la pauta, el periodismo santafesino suele agarrárselas con los personajes de la política, con funcionarios públicos, no con los empresarios y estructuras que los soportan -salvo honrosísimas excepciones que pagan coraje con periferia-, una pantomima que los envalentona con las marionetas y no con los titiriteros, que en muchos casos son sus empleadores. Otra vez, una cuestión de escala.
Lo que viene en Santa Fe
Puede que –bajo perfil mediante- Saín pueda asumir pese al lawfare defensivo desatado por el FAP y que lo haga fuertemente condicionado, aunque es difícil imaginarlo ejerciendo un cargo vaciado, con escasas atribuciones reales.
Mientras el socialismo y el radicalismo -operando con sus principales figuras pero negándolo para la prensa- sueñan con recuperar la provincia tendiendo puentes con Miguel Del Sel y Juntos por el Cambio (algo de lo que fue acusado Omar Perotti en no pocas ocasiones), el gobernador empieza a entender que administrar la provincia es un asunto de escala superior y mucho más complejo que hacer realidad un modelo virtuoso en un municipio importante, que conducir un frente tan diverso fue un éxito en coyunturas electorales pero que ya se fracturó en el ejercicio del poder.
Allegados al gobernador aseguran que “Perotti armó un gabinete con ex ministros de Obeid para no quedar atado a la coalición, para no quedar atado tampoco a la lógica de las bandas. Con eso creyó que ganaba capacidad de gestión y un cierto compromiso hacia él y no hacia las orgas del FDT”; ninguna de las dos cosas se cumplieron cabalmente. Queda mucho camino por recorrer y -con segunda ola COVID y todo incluida- hay que ejecutar una agenda que fue promesa de campaña y que será promediada con la gestión política de la pandemia. Sin paz ni orden, sin pan y con una situación sanitaria impredecible, Perotti y el peronismo con vocación de poder ya saben que el socialismo -como Juntos por el Cambio a nivel nacional- juega a desgastarlo e impedir que gobierne según sus propios términos y que se corre el riesgo de ser una excepcionalidad en vez de un ciclo perdurable.
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