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Foto del escritorJavier Gatti

Juan Manuel Inchauspe / Polaroids de ternura ordinaria

Actualizado: 28 sept 2023


No hay fragilidad interior cuando un poeta se ausculta íntimamente y se resquebraja, tiembla, duda, se duele y se confiesa impotente para expresar las ideas inasibles con palabras que no llegan, que no se deslizan desde cierta altura sobre el brazo tendido, no se acogollan en el puño que aprisiona la birome, no se recuestan sobre el papel. Hay un trabajo que de todas maneras expresa una usina ingobernable, un discurrir que no se deja pautar y finalmente un producto que deja entrever la fina sensibilidad de un poeta delicado, conmovido y capaz de pasajes aparentemente íntimos, personales, pero que aluden en forma de pregunta a toda la existencia humana: ¿a costa de cuántas muertes / se mantiene el fuego bajo la sien?


Escribe Juan Manuel e ilustramos con fotos de Federico, el menor de sus talentosos hijos.



////


La mañana ya no te traerá de ninguna inocencia,

ningún juego limpio. Demasiados impuestos

los esquemas de la realidad están allí.

Aguardan la inclinación decisiva,

la elección de nuestros ojos.


La realidad, ciertamente, abrasa.


Quién, acaso, ha aplastado la cabeza

que se quiso erguir dentro de nosotros?


La cabeza pura?


Y a costas de qué muertes se mantiene

el fuego bajo la sien?

Vida sin ningún equilibrio:

a ti no te queda nada más ya

que la violencia de algunas palabras.


1969



////

Anoche traté de poner las cosas en su lugar.

De ordenar -como suele decirse cómodamente- mi vida.

Traté de ver qué cosas estaban más próximas

y cuáles más alejadas,

qué desplazamientos había,

de dónde venía este malestar,

este sueño cortado en la fría madrugada:

temblores que no me abandonan.


Bruscamente uno ve con horror

que aquel que está en el espejo

a veces es otro.


¿Pero

quién puede -fríamente-

poner sus propias cosas en su lugar?


Se pueden alzar del suelo

los pedazos del jarrón roto

sin maldecir.


Se pueden quitar las infinitas telarañas

de los rincones,

descubrir el nido de las cucarachas,

la cueva del ratón

que se comió todos nuestros papeles en silencio

y nos dejó vacíos.


Se puede salir con vida de un terremoto

y después se puede volver

simplemente volver.


Se pueden pegar

los pedacitos del jarrón y rehacerlo de a poco

y sentir que su forma

es el hueco de tus manos

amor.


Pero cuando lo negro despierta

en lo hondo a veces

y entra y sale de uno a oleadas interminables

y uno acepta quedarse:


¿Quién desovilla el inmenso ovillo

con manos de témpano

sin encontrarse —al fin—

enredado?


(Es cierto

ahora estoy caminando

sobre escombros de fuego

pero vuelvo a casa).


De vuelta a casa



////

Temprano esta mañana

encontré en el patio de casa

el cuerpo de una enorme rata

inmóvil.

Moscas de alas tornasoladas

zumbaban alrededor del cadáver

y se apretaban en los orificios

de unas heridas

que habían sido sin duda mortales.


Con bastante asco la alcé con la pala

y la enterré

en un rincón alejado del jardín.


Al volverme

desde el matorral de hortensias florecidas

emergió mi gata dócil

desperezándose.


Su brillante pelaje estaba todavía

erizado por la electricidad de la noche.

Me miró y después comenzó a seguirme

maullando suavemente pidiéndome

—como todas las mañanas—

su tazón de leche fresca y pura.


Trabajo Nocturno




////

Son gentes que han debido abandonar su antigua casa, su casa grande de troncos cercana al río. Son solitarios que sólo reciben de la ciudad piedras heladas o recuerdos retrasados que quieren unirse, pero nada más.


No sólo de mí y de tu corazón oh! alma: hablo de seres que escriben largas cartas, que viven perdidos en los extremos de la noche y para quienes cada día es siempre, y peligrosamente, el último.


////

Hay algo en mí que busca la más clara combinación.

Hay algo que golpea, necesita treparse,

volcarse en las palabras. La ventana

enmarca una porción de la noche.


Mis ojos están abiertos, mi cuerpo desecha

todo movimiento. Yo no necesito de la noche

para parecerme a ella,

sino para sentir el oscuro desafío

que me enciende.


1967



////

Me voy temprano y regreso muy tarde cuando la noche ha hecho ya gran parte de su trabajo y no queda tiempo para detenerse a mirar.

Así paso los días. Como si lo mejor de mí estuviera paralizado y muerto o mejor como si no hubiera existido nunca.

Nada más que este rostro hipnotizado. Como un pájaro nocturno alguna palabra escala mi sangre.

Entiendo que debo quemar mis manos una vez más. Abro el cuaderno y escribo rápidamente. Todo arde.



////

El centro de nuestra vida es lo que importa el centro no la periferia abandonada y estéril

La periferia de nuestra vida que no pudimos prever que hicimos que se hizo y que va y viene con nosotros.

El centro oculto de nuestra vida es lo que vale.


El centro de nuestra vida



////

Has llorado, en secreto, a los tuyos. Lenta, inexorablemente, los has visto partir alejarse para siempre. Has sentido, en tu corazón el desprendimiento de una rama que cae. Y luego has borrado las huellas de esas lágrimas, has contenido en el límite infranqueable los bordes de tu propio dolor y lo has devuelto a tu pobre vida, a los días siguientes, a las horas para que permanezca allí. Oculto como una invisible y constante cicatriz.


Los tuyos



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