No hay fragilidad interior cuando un poeta se ausculta íntimamente y se resquebraja, tiembla, duda, se duele y se confiesa impotente para expresar las ideas inasibles con palabras que no llegan, que no se deslizan desde cierta altura sobre el brazo tendido, no se acogollan en el puño que aprisiona la birome, no se recuestan sobre el papel. Hay un trabajo que de todas maneras expresa una usina ingobernable, un discurrir que no se deja pautar y finalmente un producto que deja entrever la fina sensibilidad de un poeta delicado, conmovido y capaz de pasajes aparentemente íntimos, personales, pero que aluden en forma de pregunta a toda la existencia humana: ¿a costa de cuántas muertes / se mantiene el fuego bajo la sien?
Escribe Juan Manuel e ilustramos con fotos de Federico, el menor de sus talentosos hijos.
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La mañana ya no te traerá de ninguna inocencia,
ningún juego limpio. Demasiados impuestos
los esquemas de la realidad están allí.
Aguardan la inclinación decisiva,
la elección de nuestros ojos.
La realidad, ciertamente, abrasa.
Quién, acaso, ha aplastado la cabeza
que se quiso erguir dentro de nosotros?
La cabeza pura?
Y a costas de qué muertes se mantiene
el fuego bajo la sien?
Vida sin ningún equilibrio:
a ti no te queda nada más ya
que la violencia de algunas palabras.
1969
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Anoche traté de poner las cosas en su lugar.
De ordenar -como suele decirse cómodamente- mi vida.
Traté de ver qué cosas estaban más próximas
y cuáles más alejadas,
qué desplazamientos había,
de dónde venía este malestar,
este sueño cortado en la fría madrugada:
temblores que no me abandonan.
Bruscamente uno ve con horror
que aquel que está en el espejo
a veces es otro.
¿Pero
quién puede -fríamente-
poner sus propias cosas en su lugar?
Se pueden alzar del suelo
los pedazos del jarrón roto
sin maldecir.
Se pueden quitar las infinitas telarañas
de los rincones,
descubrir el nido de las cucarachas,
la cueva del ratón
que se comió todos nuestros papeles en silencio
y nos dejó vacíos.
Se puede salir con vida de un terremoto
y después se puede volver
simplemente volver.
Se pueden pegar
los pedacitos del jarrón y rehacerlo de a poco
y sentir que su forma
es el hueco de tus manos
amor.
Pero cuando lo negro despierta
en lo hondo a veces
y entra y sale de uno a oleadas interminables
y uno acepta quedarse:
¿Quién desovilla el inmenso ovillo
con manos de témpano
sin encontrarse —al fin—
enredado?
(Es cierto
ahora estoy caminando
sobre escombros de fuego
pero vuelvo a casa).
De vuelta a casa
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Temprano esta mañana
encontré en el patio de casa
el cuerpo de una enorme rata
inmóvil.
Moscas de alas tornasoladas
zumbaban alrededor del cadáver
y se apretaban en los orificios
de unas heridas
que habían sido sin duda mortales.
Con bastante asco la alcé con la pala
y la enterré
en un rincón alejado del jardín.
Al volverme
desde el matorral de hortensias florecidas
emergió mi gata dócil
desperezándose.
Su brillante pelaje estaba todavía
erizado por la electricidad de la noche.
Me miró y después comenzó a seguirme
maullando suavemente pidiéndome
—como todas las mañanas—
su tazón de leche fresca y pura.
Trabajo Nocturno
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Son gentes que han debido abandonar su antigua casa, su casa grande de troncos cercana al río. Son solitarios que sólo reciben de la ciudad piedras heladas o recuerdos retrasados que quieren unirse, pero nada más.
No sólo de mí y de tu corazón oh! alma: hablo de seres que escriben largas cartas, que viven perdidos en los extremos de la noche y para quienes cada día es siempre, y peligrosamente, el último.
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Hay algo en mí que busca la más clara combinación.
Hay algo que golpea, necesita treparse,
volcarse en las palabras. La ventana
enmarca una porción de la noche.
Mis ojos están abiertos, mi cuerpo desecha
todo movimiento. Yo no necesito de la noche
para parecerme a ella,
sino para sentir el oscuro desafío
que me enciende.
1967
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Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.
Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.
Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más. Abro el cuaderno y escribo rápidamente. Todo arde.
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El centro de nuestra vida
es lo que importa
el centro
no la periferia abandonada y estéril
La periferia de nuestra vida
que no pudimos prever
que hicimos
que se hizo
y que va y viene
con nosotros.
El centro oculto de nuestra vida es lo que vale.
El centro de nuestra vida
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