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  • Foto del escritorJavier Gatti

Gana Lula, pero por cuánto y para qué?


Sin margen para operar, todas las encuestadoras pronostican un triunfo de Lula en primera o segunda vuelta. Bolsonaro ya decidió que si pierde es por “fraude indudable”. Polarización repleta de chicanas y amenazas, racismo explícito, 2 debates sin propuestas, 3 muertos en las últimas semanas y fuerzas policiales con el gatillo limado, el contexto de la elección más importante para Brasil y el continente.


¿Más que la que consagró la vuelta de la democracia en el país/continente en 1985, después de 21 años de dictadura? ¿Más que la que cortó la seguidilla neoliberal en 2002 para poner en Planalto al primer presidente de origen pobre y obrero de América? Parece mucho, pero ésta tiene un ingrediente inédito para el presente y clave para el futuro: el voto popular va a legitimar la derrota o la confirmación del dispositivo de extorsión y control político que asola el continente desde hace 3 décadas y padecieron en carne propia Lula, Dilma Rouseff, Rafael Correa, Evo Morales y Cristina Fernández. Esto es la argamasa conformada (por orden jerárquico) por el gobierno de los EEUU (a través de sus organismos y agencias civiles y militares de gobierno), las corporaciones mediáticas y empresariales nacionales, las estructuras de Justicia de clase de los países y los partidos y frentes dispuestos encarnar el gobierno formal de ésos intereses, básicamente los que se presentan a elecciones, como Jair Messias Bolsonaro.


Ese dispositivo sufrió una primera derrota en Brasil. Luiz Inacio Lula Da Silva, insistimos que “el Perón” brasileño, estuvo 580 días preso, fue privado de participar en las presidenciales de 2018 y obtuvo el levantamiento de sus condenas por corrupción pasiva y lavado de dinero, tras haberse comprobado manipulación política, alteración de pruebas y persecución. Siempre midió más que Bolsonaro y que cualquier otre aspirante a la presidencia; sus votantes no sufragan por ninguna “segunda marca” ungida por el ex líder metalúrgico y proscribirlo era la única manera de asegurar un gobierno alineado con los intereses de los EEUU y las elites locales. Trump prefería al militarista homofóbico y racista de Bolsonaro, tanto como a Macri, pero “Juan Domingo Baiden” cree que un líder populista consciente de “las nuevas correlaciones de fuerzas” es lo mejor que podría pasarle a la sexta economía mundial, una nación con 212,7 millones de habitantes que mantiene prácticamente intactas sus estructuras esclavistas premodernas, cultora de una “democracia racial” donde los blancos y mestizos retienen el poder y las mejores oportunidades que se les niega al 50% de la población afrodescendiente.


Al cabo de una campaña salpicada con la sangre de tres simpatizantes del PT, y empañada por centenares de manifestaciones violentas alentadas por el actual presidente, analicemos las cifras más destacadas de una primera vuelta que se cerrará a las 19 horas y arrojará un ganador un par de horas más tarde.


La democracia más grande de América Latina


En un país en plena recesión, con un desempleo del 9,1%, 23 millones de personas bajo la línea de pobreza y un 15% de brasileñes con hambre de proteínas, el padrón nacional asegura que hoy estarán en condiciones de asistir a sufragar 156,4 electores (poco menos de 4 Argentinas, otra escala), para elegir presidente, gobernadores para 27 estados, 513 diputados y 81 senadores.

Pese a marcada polarización (el resto de los candidatos sumados apenas superan el 15% de las intenciones), a que en Brasil se vota desde los 16 años y desde los 18 es obligatorio, en 2018 el 20% de los electores se abstuvieron. El PT sabe que si moviliza el padrón, si los suburbios populares y particularmente los jóvenes se vuelcan a las urnas, mejoran sus chances; por lo que activó –mediante una campaña con músicos y actores nacionales e internacionales- el registro de 2,04 millones de nuevos electores, según cifras del Tribunal Superior Electoral.


Descartadas las chances de los 9 candidatos restantes, para ganar en primera vuelta Lula y Bolsonaro deben sumar el 50,01% de los votos válidos (sin blancos ni nulos). De no conseguir esa cantidad, volverán a enfrentarse el 30 de octubre en la segunda vuelta. La experiencia argentina reciente, invita a relativizar la eficacia de las encuestas, pero en éste caso pongámosle un voto a la unanimidad: ninguna de las difundidas se animó a pronosticar otra cosa que no sea la victoria de Lula, en primera o segunda vuelta. La consultora IPEC con una diferencia de 17 puntos, con un margen de error del 2,3% pero sin poder evitar el balotage, donde ampliaría esa diferencia a 19 (54% contra 35% del ultraderechista). Datafolha asegura la vuelta de Lula por 15 puntos de ventaja en primera vuelta con un margen de error similar al de IPEC y Digital G1 (del grupo de medios Globo) le confiere una ventaja de 14 puntos con 50 y un margen de error que permite soñar con un resultado definitivo este mismo domingo.



Lula busca imponer un populismo moderado y policlasista, un experimento que falló en el segundo gobierno de Dilma y no covence ni a propios ni a opositores en nuestro país.

El hecho es que -sin importar si Lula es electo presidente hoy o el mes que viene- el actual jefe de estado gobernará Brasil hasta fin de año, tiempo más que suficiente para procesar el resultado y (aún admitiendo una derrota) tomar decisiones capaces de condicionar aún más el margen de maniobra de su sucesor, algo que de todos garantizan el establishment local, la falta de definiciones “revolucionarias” del candidato del PT y la multitud de señales de que intentará repetir el experimento fallido del segundo mandato de Dilma: un populismo moderado y policlasista, verificable tanto en el reparto de cargos (comenzando por el candidato a vice Geraldo Alckmin) como en la gestión concreta.


Algo que el FDT también intentó en nuestro país pero al revés: la dueña de los votos y líder de masas indiscutible fue de vice de un presidente más conservador, militante de un centrismo que no tiene votos pero sí prensa y programa, partidario de un Pacto de Gobernabilidad suscrito de derecha a izquierda, lo que relega a Cristina al rol de correctora sistemática pero con escasa eficacia política concreta.


¿Esto asegura mejores resultados para el binomio Lula/Alckmin? No necesariamente. ¿La vuelta del PT al gobierno completa un giro continental a la izquierda? Si consideramos las experiencias del FDT en Argentina, Castillo en Perú, Boric en Chile y más recientemente Petro en Colombia, la respuesta vuelve a ser negativa. Lo que sí podría concluirse que es que el triunfo del PT confirmaría una oleada de derrotas oficialistas en la región. Sólo rebatida por la ratificación de Nicolás Maduro en 2018, alguien que espera un entorno regional más amigable con Lula al frente de un país que es un continente dentro de un continente.


La argentina Silvia Lilian Ferro, doctora en Ciencias Sociales, hoy docente universitaria y residente en Brasil desde hace 8 años, aportaba una definición concluyente consultada por Aire de Santa Fe: “si hoy vuelve Lula no es porque la clase media entendió nada, no quieren discutir proyectos políticos o ideas sino que les limpien la casa, que reparen el daño que les hizo el mismo tipo que apoyaron para sentirse parte de algo que nunca serán, ni tienen porqué ser”.


Bolsonaro puede intentar cualquier locura, pero Lula vuelve. Lo demás son promesas y expresiones de deseo, después del cotillón y las frases de ocasión, con la correlación de fuerzas conocida, habrá que construir verdadero poder popular.


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